viernes, 14 de mayo de 2010

lo hacemos todos los días y cada día lo hacemos y hoy vamos de nuevo.



no quiero terminar en eso, ni así.
no quiero llegar a un punto en que camine sin mirar el cielo o vivir el otoño sin disfrutar de los árboles bicolores, tricolores, cuatricolores! no quiero aprender a mentir, ni aprender a llorar, a dejar de reír y empezar a refunfuñar en contra de la lluvia que te golpea suavemente la cara, no quiero ahuyentar a las palomas ni golpear a los perros. Por qué corremos? esperemos el verde del semáforo.
Y todos desembocan ahí, o todas esas cosas.
Me agradan las personas, pero hasta cierto punto: cuando son personas, en un momento llegan a un límite en que son robots, da igual la edad, algunos nacen robots.
Entonces, por qué debería llorar por ellos? por qué lamentar su pérdida? por qué ayudarlos, sonreírles, hablarles, acariciarlos? Andan por ahí sin mirar al lado, arriba, atrás, sin mirar las caras del vecino, se volvieron un ser aparte y es porque llegó un suceso que ya no pudieron controlar y se metieron en el drama y desde ahí no han salido y ven todo color negro y se cortan y son terribles. Por qué se traduce la vida al drama? por qué les encanta sufrir? Y llorar y morir?
A mí me gusta la tragedia, pero lo distingo del drama, tragedia son un conjunto de situaciones un tanto cómicas un tanto nefastas que hacen más entretenido el diario vivir, sobre todo si lo vez como una película o una novela, lo tienes fuera de tu cascarón.
Pero los robots viven en drama, por ende se amargaron y ya ni ríen. Y todo es manipular y ya no lo pudieron manipular.
Yo no quiero terminar en eso, así.

-y se dio cuenta de que cuando ella muriera no iba a llorar y se largó a llorar, no por llorar la muerte, sino, por no llorar la muerte.

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